La primera visita de la mezzosoprano alemana, Anna Lucia Richter, y de Cuarteto Schumann, un conjunto de cámara compuesto por dos violines, una viola y un violonchelo, no pudo ser más impactante. Una conjunción perfecta entre la excelencia técnica del cuarteto de cuerda, reconocido por su musicalidad, expresividad interpretativa y capacidad de comunicación musical; y la versatilidad, refinada capacidad para transmitir emociones y talento vocal, dieron como resultado un recital inconmensurable.

Abrieron el programa con El Cuarteto de Cuerda n,º 1 en La menor, Op. 41, de Schumann, una obra clave en el repertorio de cuarteto de cuerda del siglo XIX llena de melodías profundas, que facilitan un viaje emocional a lo largo de la obra. El grupo de cuerda demostró su destreza en el contrapunto, especialmente en el segundo movimiento, con bellas variaciones sobre el tema melódico, explorando diferentes texturas y combinaciones de voces, para resaltar los contrastes, desde pasajes delicados y suaves hasta secciones poderosas y enérgicas. Manteniendo una delicada cohesión entre los instrumentos.

En la segunda pieza, Las Cuatro Canciones, de Mahler, entró en escena la mezzosoprano alemana, Anna Lucia Richter. La obra abarca una variedad de obras vocales escritas por el compositor a lo largo de su carrera, de gran relevancia, con una escritura vocal desafiante, en lo técnico y en lo emocional, que la intérprete superó con solvencia, generando una paleta sonora rica y variada, llena de extraordinarios matices. La música y la poesía exploraron una amplia gama de sentimientos, desde la alegría a la desesperación, pasando por la nostalgia y la melancolía.

La segunda parte la abrieron con Las Cinco Canciones de Ophelia, de Brahms, que posteriormente fueron arregladas por el compositor contemporáneo Aribert Reimann. Se trata de temas  basados en textos de Shakespeare que representan el personaje de Ofelia de Hamlet. La obra está cargada de interpretación dramática, en su proceso de exploración de temas de amor, locura y tragedia, en los que la mezzosoprano ofreció una profunda expresividad. La cantante supo adaptar sus registros a una variedad de estilos musicales, que dieron vida a los textos de Shakespeare, con un color vocal y una exploración de la paleta tímbrica que transmitieron personalidad y conmocionaron al público.

Cerró el magnífico programa El Cuarteto de cuerda n.º 3 en Si bemol mayor, Op. 67, de Brahms, una obra significativa dentro del repertorio de música de cámara del compositor, técnica y emocionalmente exigente. A lo largo de la obra, los instrumentos interactuaron en contrapunto, desarrollando líneas melódicas independientes que se entrelazaron de manera ingeniosa. La pieza sonó lírica y emotiva, creando paisajes con una espectacular densidad y riqueza de texturas, mediante el uso de motivos temáticos recurrentes y una cuidadosa superposición de voces, que proporcionaron profundidad y complejidad musical a la interpretación. Especialmente brillantes resultaron los contrastes dinámicos y expresivos que resaltaron los momentos dramáticos de la obra.

El público les premió con un caluroso y largo aplauso, que la cantante y el cuarteto de cuerda recompensaron con el bis  Widmung, Schumann, con arreglos de Stefan Heucke.

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