El pianista húngaro Dezsö Ránki es uno de los habituales en los programas de la Sociedad de Conciertos de Alicante. Un artista que visitó por primera vez el Teatro Principal en 1979 y que desde entonces ha tocado en el Teatro Principal nueve veces, dando muestras de su gran evolución. Contrasta la frágil imagen física de Ránki cuando aparece en el escenario con su energía en la interpretación, llena de sensibilidad y emoción, dando un enfoque cada vez más personal a las desafiantes piezas de Schubert y Beethoven que escogió para el concierto.

Abrió la actuación con la Sonata en la menor, D 537, de Schubert, una obra emblemática del repertorio pianístico del compositor austriaco cargada de lírica melódica, con pasajes bellos y emotivos que se entremezclan con mucho arte a lo largo de toda la obra. Ránki es un maestro transmitiendo emociones y esta sonata no fue una excepción. Nos mostró desde la melancolía y la introspección hasta la pasión y la alegría, con un viaje emocional fascinante.

Ejecutó con una destreza técnica impecable la Sonata quasi una Fantasia en do sostenido menor, Op. 27, n-º 2, popularmente conocida como «Claro de luna», una de las obras más icónicas de Beethoven. El público disfrutó con esta pieza estructurada en tres movimientos, llena de atmósfera misteriosa y evocadora con su famosísimo primer movimiento Adagio sostenuto. Fue especialmente llamativa la maestría con la que el artista creó efectos sonoros únicos, añadiendo profundidad y resonancia al bello sonido del piano. Especialmente bien resultaron los contrastes dinámicos que agregan tensión y emoción a la interpretación de la obra, una muestra de su virtuosismo para conseguir una textura musical rica y resonante gracias a los arpegios. La gran interpretación le valió una calurosa ovación.

En la segunda parte se atrevió con la Sonata quasi una Fantasia,  E flat major,  Op. 27/1, también de Beethoven, peculiar por constar solo de dos movimientos; el primero con carácter más solemne y reflexivo mientras que el segundo está lleno de pasión y energía, con cambios dinámicos que aportan profundidad y dramatismo a la interpretación de la pieza. Dezsö Ránki superó con solvencia los desafíos técnicos de esta obra de aparente simplicidad. que crea una textura polifónica rica y compleja.

Cerró con una interpretación impecable de 4 impromptus, D 899, de Schubert, una colección de obras pianísticas muy apreciadas en el repertorio clásico llenas de lírica melódica hermosa y emotiva. El artista supo dar a cada uno de los impromptus una historia musical única y cautivadora, desde la serenidad del segundo a la pasión del tercero creando una amplia gama de estados emocionales y atmósferas musicales, creando una paleta tonal variada y colorida. Ránki elevó estas piezas al lugar que se merecen dentro del repertorio pianístico clásico.

Después de un merecido y caluroso aplauso recompensó al público con el Tercer movimiento de la Sonata en Re Mayor op.28, de Beethoven.

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