La actuación del Trío Zukerman, en el marco de la programación de la Sociedad de Conciertos de Alicante, respondió a las grandes expectativas que había despertado. Este versátil grupo de cámara liderado por Pichas Zukerman, uno de los violinistas más respetados de la música clásica en las últimas décadas, que compareció acompañado de manera impecable por la violonchelista Amanda Forsyth y por el pianista Shai Wosner, ofreció un recital sencillamente perfecto, con una calidad de sonido y una compenetración de un nivel excepcional.

Abrieron el concierto con las Phantasiestücke Op. 88, de Schumann, unas obras notables llenas de expresividad lírica, que atrapan por la genuinidad de cada pieza, llenas de contrastes dinámicos y expresivos. Los artistas se recrearon especialmente en la innovación formal de la pieza y en compartir las influencias literarias y poéticas de cada estrofa. El trío aprovechó la variedad de recursos musicales para transmitir una variada paleta de contrastadas emociones: desde pasajes delicados hasta secciones poderosas.

Con el publico totalmente entregado abordaron la segunda pieza, El Trío en do mayor, Op. 87, de Brahms, una obra de belleza artística difícil de igualar, distintiva del estilo del compositor, en la que destacó su riqueza melódica y contrapuntística. En ella el grupo de cámara alcanzó una perfecta sincronización y equilibrio entre los instrumentos de cuerda y piano, para desplegar una gran densidad armónica y profundidad musical. Especialmente elevada fue la calidad de las melodías líricas en las que entrelazaron, con pasión, los instrumentos, creando una textura sofisticada en la concordancia armoniosa de voces contrapuestas en el final de la pieza.

Después del descanso llegó un regalo para el público con en el Trío para piano en si bemol mayor, Op. 97 (Archiduque), de Beethoven, una pieza singular, única, que representa un desafío técnico al alcance de pocos músicos en el mundo. El Trío Sukerman superó el reto con una altísima nota, tanto, que los 45 minutos que duró la pieza se disiparon en un suspiro. El público disfrutó de una obra llena de sonoridad y color tonal, con texturas pianísticas expansivas que exploraron todos los registros del instrumento a través de arpegios, acordes extendidos y pasajes melódicos con las que el trío enriqueció la paleta musical.

Especialmente interesante resultó comprobar como el autor expande y transforma la sonata convencional en el primer movimiento del trío, con la modulación a tonalidades lejanas, desarrollos temáticos extensos y una coda expansiva, para alcanzar nuevos horizontes de dramatismo que aportaron una inmensa profundidad emocional.

Es destacable por su brillantez la intrincada interacción entre los tres instrumentos del trío, explorando diferentes combinaciones de texturas y colores sonoros, en los que los asistentes disfrutaron de excelsos diálogos llenos de virtuosismo y prodigiosos momentos de contrapunto imitativo y respuesta entre los instrumentos. No menos interesantes fueron los desafiantes pasajes técnicamente perfectos del piano en el tercer movimiento. Después de los contrastes dinámicos llegó un final majestuoso y expansivo con un clímax emocional poderoso a través de una combinación audaz, de texturas densas y un ritmo enérgico que culminó con un cierre triunfante y satisfactorio.

El público entregado regaló una larga y emocionada ovación al Trío Sukerman, que lo agradeció interpretando la pieza Elegía, de Josef Suk.

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